jueves, 18 de mayo de 2017

Tomar partido. O "De por qué votaré este domingo a Susana Díaz".

Tomar partido. Tomar partido por lo que pasa en tu partido. Normalmente, eso debería ser algo inherente a la condición de militante en un partido político, pero sabemos que no siempre es así. También es cierto que el partido en el que milites debería facilitarte los cauces para tomar partido, para decir qué hacer o qué no hacer. Afortunadamente, milito en uno en el que siempre he podido tener voz, participar en los procesos (porque estos se inician desde la base, desde la agrupación), o elegir democráticamente a quienes me van a representar a la hora de tomar decisiones. Y estos días tenemos, en el partido en el que milito (el PSOE, porque soy de izquierdas, progresista, y orgullosa y radicalmente socialdemócrata) la cita grande de las primarias para la elección de la persona que ocupará la secretaría general. No nos es nuevo este proceso, de hecho fuimos quienes lo estrenamos en España, pero aún le falta rodaje en busca de las mejoras. Una de ellas parte de uno de  los puntos fuertes de nuestro modelo, que es que la elección de la secretaría general conviva con la existencia de órganos de control, fiscalizadores, de elección a través de diversos medios (congresos federal y de federaciones) lo que garantiza un examen plural de la voluntad ejecutiva del secretario y su comisión, y permite que se controle desde la pluralidad su acción, no permitiendo que esta se lleve a cabo en contra del criterio de la generalidad de la organización. Pero, a la vez que esto se garantiza (ahí una de las cosas a revisar) la ejecutiva es elegida por el congreso sin necesidad de unos mínimos de ratificación, ni siquiera por delegados y delegadas, pudiendo darse el caso en el que desde la secretaría general se proponga una comisión ejecutiva y que esta sea aprobada sin contar con la mayoría suficiente para considerarla representativa. Algo a mejorar.

No nos es nuevo este proceso, y aunque se puedan revisar cosas, sigue siendo el proceso más garantista, precisamente porque está reglado (hay censos delimitados, sin estirar los requisitos de autenticación e identificación personal para ejercer el voto, y no se cambian las horas de votación sobre la marcha), y es, además, el que más moviliza, tanto en términos internos en comparación con cualquier otro partido, como en términos externos, siendo el interés de la ciudadanía superior al de cualquier otro proceso interno de cualquier otro partido. ¿Por qué superior? Porque se espera, y se necesita, más del PSOE que de cualquier otro partido. Porque mucha gente sabe que un PSOE fuerte es el único medio de conseguir un gobierno de izquierdas alternativo a la fuerza afianzada que supone el PP. Porque sin un PSOE recuperado, aglutinador, y que plante cara en número de votos a la derecha da igual hablar de con quién querrías o no pactar. Y da igual porque sin conformar una mayoría (como, por ejemplo, en Portugal) no se puede hacer.

Y eso, sí, es mucha responsabilidad. Pero es la que debe querer asumir el PSOE, como ha asumido otras veces.

Y como de responsabilidad hablamos, la militancia también debemos asumir la nuestra, y la nuestra es tomar partido, defendiendo del mejor modo posible, con respeto por todas las personas con las que compartimos militancia, la opción que cada cual prefiera. Y claro, votando el domingo. Tomar partido, es lo que toca, viniendo de donde venimos, del peor resultado de nuestra historia reciente, y de una crisis de representatividad alimentada por decisiones en ocasiones erróneas, y en ocasiones mal explicadas. Claro que tal situación no nos ha hecho perder la base de seguir siendo la primera fuerza de la izquierda, pero esa cuestión es tan de mínimos que haber caído ahí, y contentarse con ello, ilustra de modo preciso la urgencia de un impulso que vuelva a llevarnos a la liga en la que debemos jugar, la de ganar, la de convencer mayoritariamente y conseguir victorias, o vertebrar mayorías de izquierdas posibles (es decir, en las que den realmente los números, como en Portugal, o la Comunidad Valenciana, por citar dos ejemplos en los que sí había numéricamente la posibilidad de realizar pactos que diesen lugar a gobiernos de izquierdas… precisamente porque la izquierda sumaba esa mayoría). Tomar partido con respeto, aunque ese límite se haya sobrepasado en muchas ocasiones, tanto indirectamente falseando actuaciones y poniendo por ello en entredicho la dignidad de las personas actuantes, como de modo directo, sobrepasando la línea del insulto personal al albur de las redes sociales (y, lo que es más grave, sin ni siquiera haberse visto ademán en los representantes de querer apagar tales fuegos entre sus representados, o afear o censurar al menos tales insultos). Tomar partido, que lo hemos hecho muchas veces y nunca llegó la sangre al río. Tomar partido, y desear que el día 22 se acaba esta espiral.

Por ello yo he optado por apoyar, avalar, y votar el domingo a Susana Díaz. Considero que su candidatura es la que garantiza más cosas de las que yo entiendo necesarias. Una candidatura que sepa de dónde venimos para saber a donde vamos, que asimile el legado del partido (lo que conlleva defender sus logros y a las personas responsables, y asumir y revisar sus errores), y que aúne voluntades para volver a recuperar el terreno perdido, porque hay mucha gente esperando a que nos reimpulsemos, sabedores de que somos la oportunidad de aglutinar voto progresista, y hacerlo con posibilidades de gobierno. La candidatura de Susana Díaz es la única que apuesta con serenidad por la voz de la militancia, sin promesas vacías al respecto (eso de dar voz y no decir cómo), concretando al respecto, defendiendo lo logrado y la experiencia en lo que se refiere a participación que tiene nuestro partido (más que ninguno, en donde la militancia siempre ha podido participar de los procesos orgánicos e ideológicos), y actualizarla a lo que los tiempos, y la necesidad de establecer procesos democráticos y participativos que aúnen la triple legitimidad que convive en nuestro partido (elección directa, comités como órganos de control y asambleas como base de la participación en la agrupación local) requieren.

Votaré a Susana Díaz porque es la única candidatura que me garantiza que el día 22 podrá restañar las heridas del partido, juntar un conglomerado de voluntades que realmente integre y que represente todo lo bueno de este partido, para así poder caminar juntos, y hacerlo con equipos solventes. Votaré a Susana Díaz, además, porque ya antes de que afronte la necesaria integración en pos de la representatividad real del partido en los órganos ejecutivos, se ha rodeado de un equipo inmejorable. Claro, votaré a Susana Díaz porque  cuando ves que en un proyecto están Amelia Valcárcel y Eduardo Madina, carajo, es imposible no apoyarlo.

Votaré a Susana Díaz porque garantiza una oposición (que es el papel que nos ha tocado) progresista enfocada a combatir al Partido Popular y sus políticas. Votaré a Susana Díaz porque quiere jugar a ganar, y ese es nuestro sitio, porque si se quiere transformar la realidad, y mejorar la vida de las personas, eso se hace mirando a la calle, pero actuando desde el BOE, desde las instituciones, y con los votos necesarios. Votaré a Susana Díaz porque para ello no mirará para los lados, el papel del PSOE no está en preocuparse de los demás factores, ni en conformarse con ser segundos, está en liderar la izquierda, en mirar a los lados pero para negociar, para pactar, para juntar las mayorías suficientes siempre y cuando el resto de actores quieran. Votaré a Susana porque es mujer, porque, sí, eso también es una razón, defender la posibilidad de romper el techo de cristal de una secretaría general es también una razón, desde luego que lo es.

Y votaré a Susana Díaz porque, sí, porque soy de izquierdas y radical, soy radicalmente socialdemócrata y no me escondo, pero tampoco tengo que demostrar nada. Para empezar porque las cosas se demuestran con la acción. Mucha gente critica a Susana Díaz con argumentos falaces, o directamente mentira. He llegado a oír que se estaba cargando la escuela pública, sin argumentar cómo o por qué, más que nada porque la realidad es tan diferente que el apoyo a la escuela pública en Andalucía frente a la concertada es clarísimo y evidente. Hay muchos más ejemplos, mucha gente habla generalidades basadas en bulos, critica las políticas de Andalucía sin hechos detrás, sin realidad, porque la realidad no debe estropearte un bonito tuit, ni debe impedirte criticar por prejuicio, claro. Por más que la realidad te permita olvidar la puntera Ley de Memoria democrática andaluza, o la defensa de consumidores frente a abusos de grandes empresas, o la lucha real y efectiva contra los problemas y consecuencias de los deshaucios.

Claro que todo eso le dará igual a la gente que prefiere basarse en sus prejuicios, en vídeos descontextualizados en los que se toma solo una parte sin esperar a la explicación del ejemplo. Gente que preferirá criticar por estereotipo, o por machismo, o por una mezcla de ambas. Gente que es capaz de criticar que alguien se ponga el traje tradicional de su tierra y luego aplaude como “España plural” cualquier otra expresión típica, cuando, no, amiguetes, la España plural va de Cádiz a Cabo Peñas, y criticar costumbres no es más que un ejercicio de superioridad que roza con la imbecilidad, y enlaza con el clasismo. Gente que critica a una mujer como “ambiciosa”, pero que, casualmente, nunca hace el mismo juicio de un hombre. Gente que no aporta nada, realmente, pero que construye relatos que de tanto repetirse acaban calando, por más que falten a la verdad. Gente que, eso, si aporta algo, es una distorsión de la verdad.

Votaré a Susana Díaz por esas y más razones, pero para llegar a elegir a quien se vota, sobre todo en un proceso interno en que tienes cosas en común con todas las candidaturas, tienes que ir descartando. Y tengo motivos para no votar a Patxi López o a Pedro Sánchez

No votaré a Patxi López porque creo que la capacidad que desde su equipo se tiene para aunar voluntades no supera el listón de lo necesario actualmente, ni es suficiente para esa labor de integración necesaria, tanto de personas como de territorios. También estoy en desacuerdo con algunos de sus planteamientos sobre dirección política, pero sí que considero que es una persona válida (su “hoja de servicios” en Euskadi es el mejor aval) y que puede todavía ser parte del futuro del partido.

Tampoco votaré a Pedro Sánchez porque, básicamente, ya ha sido secretario general dos años, y nos ha llevado a nuestro peores resultados. Eso debería ser motivo suficiente para que él ni siquiera pensara en volverse a presentar, para haberse ido con dignidad y con respeto por las siglas, asumiendo las derrotas (que es algo que honra a quien lo hace) y asumiendo que su tiempo había pasado, incluso se podría haber ido con el mérito del esfuerzo de las primeras elecciones por lograr un acuerdo (donde realmente todavía era posible un pacto a tres con P’s y C’s) y la conocida obstrucción del resto de las partes. Podía haberse ido -quizás hasta colaborando desde otro espacio político diferente a la secretaría en el que podía ser necesario-, una vez asumidos los resultados, y sin esperar a perder (democráticamente) una votación en un comité federal (hecho, por cierto, perfectamente democrático: que un secretario general sea elegido por la militancia no quiere decir que pueda hacer lo que quiera, y para eso están los órganos de control, también elegidos democráticamente y que representan a todo el partido, como el comité federal). A cambio, prefirió optar por la vía en la que más se ponía en riesgo al partido, inventándose un espacio con buenos y malos. Sin ni siquiera importarle, a la hora de pedir responsabilidades a troche y moche por la deriva del partido, que en esa deriva pudiera tener algo que ver el último (reciente) secretario general. Es decir, él.  

Y ahí no. Uno puede querer construirse un relato victimista para ganarse adhesiones, porque siempre es bonito luchar contra un supuesto poder establecido, y esa opción arrastra. Pero es que, en este caso, ¡el único poder establecido responsable había sido Pedro Sánchez, como secretario general! Y construir un relato no debe implicar faltar a la verdad, o mentir directamente, no puedes ir diciendo que perder una votación en un órgano democrático es un golpe de estado; no puedes ir diciendo que el enemigo está en casa, ni que tantos y tantas compañeros y compañeras que se dejan la piel en instituciones y sedes cada día por mejorar la vida de la gente y aplicar políticas progresistas tienen una suerte de contubernio con la derecha, cuando no decir que son de derehas directamente. No puedes, como no puedes engañar a la gente diciendo que una parte no quiere primarias ni dar voz a la militancia (¡diciéndolo incluso después de que las primarias sean convocadas!). No puedes decir que garantizas la voz de la militancia y no explicar cómo, o en qué se diferencia tu modo de dar voz a lo que ya tenemos establecido. No puedes ir de garante de esa voz y, a la vez, ser el responsable de querer convocar un congreso en el que las posibilidades temporales reducían a una (la de la parte proponente) las posibles candidaturas… lo cual hacía que la militancia no votase. Es decir, no puedes decir que los demás no quieren que la militancia no vote, y haber intentado hacerlo tú. Y no puedes quejarte de falta de participación cuando el último responsable político has sido tú, y si han fallado en algo esas vías, algo de responsabilidad tendrás. Cae de cajón. Si no, que se lo digan a Juventudes Socialistas, por poner un ejemplo que me duele especialmente por el cariño que le tengo a esa organización (¡donde milité hasta que el DNI me dijo que ya no era joven!). Por cierto, tampoco puedes criticar ciertos pactos (ni siquiera pactos, que igual que No es no, solo Sí es sí, a ver si entendemos la diferencia, o hacemos caso a las lucecitas de la pantalla de votación del congreso, que ahí se ve quién vota con quien, y a ver si todavía hay cuajo para decir que se apoya al PP) y haber pactado tú con el PP la cadena perpetua revisable (esta en concreto tenía que mencionarla, porque me dolió profundamente).

Por todo eso, este domingo votaré a Susana Díaz, no porque la otra opción sea más de izquierdas o más radical. Justo al revés, porque considero que lo soy yo, ya que lo que cada uno es tiene más que ver con sus actos y lo que digan los demás, que con el autobombo desmesurado sobre tu condición. Y por mucho eslogan y tuit al respecto, ya hay mimbres para juzgar los actos, y los resultados, los de dos años en la secretaría general. Y por eso, como digo, justo al revés, porque soy de izquierdas, porque soy radicalmente socialdemócrata, votaré a la candidatura de Susana Díaz este domingo, con orgullo e ilusión y sin deberle nada a nadie, como siempre que he votado. Y con la satisfacción de no haber insultado a nadie en este proceso, y considerar a todas las personas afiliadas mis compañeros, con quienes nunca he tenido ningún problema en trabajar, ni lo tendré sea cual sea el resultado el lunes.

Y porque ya llevo como quince añines en el partido (colaborando y mojándome siempre, cuando tuve responsabilidades internas y cuando no), y no puede venir nadie a decirme ni acusarme, ni a poner en duda mi compromiso. Precisamente ese compromiso (que es con el partido, pero a su vez con la sociedad, porque consideras que el PSOE es quien puede dar mejores respuestas a sus problemas) es el que ha conformado mi decisión para este domingo. 100% PSOE 100% socialdemócrata.


Sobre nombres que se borran de la historia

Sobre nombres que se borran de la historia.
(publicado originalmente en Asturias 24 en julio de 2015)

Una de las ahora famosas 13 Rosas, Julia Conesa (ovetense de nacimiento, por cierto), se despedía de su madre en una carta que cerraba con la ahora archiconocida frase “que mi nombre no se borre de la historia”. Sin embargo, su nombre y el de sus compañeras de las Juventudes Socialistas Unificadas permaneció oculto por la losa con que la dictadura tapó la memoria del bando vencido, y solo se recuperó años después. Ahora, no hace falta explicar quienes fueron las 13 Rosas, sobre todo porque Emilio Martínez-Lázaro divulgó su historia a través de una sentida película en la que seguro que usted, como yo, se emocionó, lloró, o estuvo a punto. Por desgracia, cientos, quizás miles de mujeres, de chicas, de niñas incluso, que tuvieron un desenlace similar en la guerra que sucedió al golpe de estado franquista, no han tenido recuerdo similar, ni siquiera han tenido más que un nombre en algún listado de fosa común. Y eso en el mejor de los casos.

Pero lo de borrar nombres de mujeres de la historia no es algo que sucediera solo en la guerra civil. De hecho, los nombres de las mujeres llevan siglos olvidándose, borrándose. Desde científicas que lideraron grandes avances por los cuales solo son mencionadas como ayudantes (de hombres que se llevan los méritos), hasta escritoras que sufrieron el silencio sobre su obra por osar a vivir su vida libremente dedicándose a la literatura. Pero hay ejemplos en todos los campos. Veamos, ¿sabe usted quien es Mariní Callejo? No se preocupe, yo se lo cuento.

María de las Nieves Callejo Martínez-Losa nació en 1945 y trabajó en la música durante toda su vida (supongo que estará pensando en que si esto es un artículo que se supone de opinión, que a qué vienen estos datos, pero piense primero en la fecha de nacimiento de esta mujer y su dedicación). Mariní era una instrumentista brillante, especialmente al piano, y fue pionera del pop y el rock en España, formando parte de Los Brujos, uno de los primeros grupos ye-yé que surgieron en los 60 (que sí, ya sé que esto es un artículo de opinión, pero la opinión se genera pensado, así que piense en eso: una mujer en un grupo ye-yé en la España de los 60). Aunque su faceta más destacada fue la de productora, con diecinueve años entró a ocuparse de la producción musical del sello Zafiro, y se ocupó de la producción de Los Brincos, de Juan y Junior, de Los Relámpagos, de Massiel, o de Fórmula V. Lo que viene a significar que la mayoría de la música que se generaba en España pasaba por sus manos, vamos, que en un momento dado ella fue en sí misma gran parte de la industria musical del estado (sí, ya, que esto es un artículo de opinión… pero seguro que ya lo va pillando). Los propios componentes de Los Brincos reconocen el papel central que Mariní tuvo en su carrera, dado que ellos no contaban ni de lejos con la formación musical que ella tenía. Hablamos no solo de la producción, también de arreglos, de aportaciones instrumentales en sus discos… y de pasar a partitura las canciones, ya que ella sí sabía escribir música (lo cual tiene importancia desde el momento en que no se podía registrar la autoría de las canciones más que con estas pasadas a partitura).

Supongo que a estas alturas ya se habrá dado cuenta de la importancia de esta mujer para la música en España. Pues bien, estoy seguro de que usted conoce a Los Beatles o a Los Ramones. Y si es así seguramente conocerá a George Martin o a Phil Spector (aunque el primero sea Sir y el segundo haya acabado en la cárcel). Y, claro está, conoce a Los Brincos. Pero… ¿conocía a Mariní Callejo?
No la conocía, claro, como no conocemos a tantas científicas, artistas, escritoras, y mujeres relevantes de todos los campos cuyos nombres se han ido borrando, oscureciendo, tapando. Llegado el S.XXI igual es tiempo ya de que la desigualdad se borre del todo en todos los ámbitos. Y hay que hacerlo desde el presente (eso da para unos cuantos artículos), pero también desde el reconocimiento del pasado, que es lo que he hecho yo con Mariní Callejo.

Al final… ¿ve cómo sí que era un artículo de opinión?