martes, 10 de abril de 2007

Poco pan y pésimo circo

Uno, que lleva más de media vida (más de media vida, se dice pronto…) teniendo como alcalde de su ciudad a Gabino De Lorenzo, no se sorprende ya ante cualquiera de sus actos, ni ante la fanfarria habitual que le acompaña en los mismos.

Hace unas semanas, pudimos comprobar cómo un acto organizado por todo lo alto (será por perres, que se suele decir) puede convertirse en un sainete de pésimo gusto, donde se mezclan churras, merinas y lo que sea, todo con tal de conseguir un espectáculo de fuegos fatuos donde el mensaje, el verdadero mensaje, el político, quede desdibujado.

Así, Gabino De Lorenzo presentó su candidatura sin hablar en ningún momento de lo que va a hacer en materia de empleo y vivienda para jóvenes, dos ámbitos que deben ser prioritarios en la acción de cualquier administración, y por supuesto desde la local, por mucho que se empeñen desde el Equipo de Gobierno municipal. Porque, cuando el alcalde dice que “el modelo Oviedo se basa en la libertad para que surjan nuevas empresas que creen puestos de trabajo” está evidenciando que el Ayuntamiento carece de ningún tipo de política en la materia. Yo me pregunto ¿Surgirán esas empresas por generación espontánea? ¿Podrá cualquier joven ovetense con un proyecto empresarial poner en marcha su idea sólo porque el Ayuntamiento les confiera esa “libertad”? ¿Vendrán milagrosamente esas empresas y contratarán a miles de jóvenes mientras el alcalde mira desde el balcón del Ayuntamiento cómo todo va perfecto sin la acción política? Evidentemente no, lo que ocurre no deja de ser otro claro ejemplo de cómo el Ayuntamiento desprecia a sus administrados, ocultando lo que es evidente: en cuanto a medidas para la emancipación de los jóvenes la actividad municipal es nula, no hay ninguna política en la materia puesta en marcha por el Equipo de Gobierno municipal. Los ciudadanos no somos tontos, Don Gabino, no intente escudarse en conceptos como esa pretendida “libertad” para ocultar las carencias de su Ayuntamiento.

Por lo demás, el acto de presentación de la candidatura municipal del PP nos adelantó lo que será la línea de su campaña, y evidenció que no sólo nos quieren ofrecer más de lo mismo, sino que, ya que el proyecto está agotado, intentan demostrarnos que también se puede ir a peor. A saber: aplausos enfervorecidos para saludar la inclusión de un tránsfuga en su lista; desprecio rayano en lo maleducado de sus adversarios; y, claro está, guiño a la irresponsable campaña que su partido está llevando a cabo en toda España demostrando cómo se pueden aunar incluso en una misma frase irresponsabilidad, ignorancia legal e hipocresía.

Como guinda, el PP nos obsequió con la ambientación musical de The Offspring, grupo que visitó Oviedo y llenó San Lázaro (lógico, fue una excepción dentro de la plana programación cultural ovetense que muchos llevábamos esperando años). Quizás piense el alcalde que el haberlos contratado le confiere derecho sobre su obra, pero está equivocado, como se equivoca si piensa que un grupo comprometido, y en las antípodas de su ideología aplaudiría la inclusión de su música en un acto de este tipo. Seguramente pensó que podía utilizarlo para hacer creer a los jóvenes de la ciudad que ese era el tipo de referente cultural que quería para Oviedo, pero los jóvenes ovetenses, Don Gabino, no somos tontos, sabemos de sobra cual ha sido su proyecto cultural destinado a la juventud en estos años. Así, mientras usted y su partido se preocupaban exclusivamente por si el incremento de las ayudas a la ópera era mayor o menor, los jóvenes seguíamos esperando que adecuara la oferta de la ciudad a la diversidad de criterios que tiene la ciudadanía ovetense, y especialmente el sector joven. A cambio, ¿qué recibimos? ¿pan y circo? Ni siquiera eso. Utilizaré la frase de una canción del grupo Def Con Dos, que mucho me temo que define perfectamente lo que ofrece este Ayuntamiento a los jóvenes: “poco pan y pésimo circo”.

lunes, 2 de abril de 2007

Adiós

Este blog, aun en pañales, pretende ser principalmente de opinión política. Por desgracia hay veces en las que necesariamente tienes que hacer una excepción para dedicar espacio -por motivos que nunca desearías haber tenido- a gente que se lo merece. La pasada semana abría la prensa por la sección de Espectáculos y me encontraba con la foto de Samuel González, Txencho. Pensé que habría algún concierto de Tomás y los Demás, de Despreciables, o de cualquier otro proyecto musical el que se hubiera embarcado este joven y entusiasta músico. La realidad, aparte de ser muy perra, era muy otra, el lunes, Samuel había sido encontrado muerto en su casa por una parada cardiorrespiratoria.

Conocí a Txencho cuando las movilizaciones de Oviedo No Suena (plataforma contra el veto a la música en directo en los locales ovetenses) en aquellas reuniones en La Santa. Al poco, desde Juventudes Socialistas de Oviedo nos pusimos a organizar la edición de nuestras Jornadas Culturales JOVETENSE correspondientes a aquel año, 2004. Como siempre, una de las actividades irrenunciable era el concierto, dado que son muchos y muy buenos los grupos de rock que se mueven en la ciudad. Sin embargo, la situación aquel año, y la dificultad de encontrar una sala donde hacer música en directo nos llevó a tomar la irresponsable decisión de saltarnos la legalidad a la torera y hacer el concierto en el salón de actos de nuestra sede, la Casa del Pueblo de Oviedo. “Vamos a bailar un rocanrol a la Casa del Pueblo”, fue el título que le pusimos a tal actividad, irresponsable pero exitosa y de la que aun estoy orgulloso; nunca entró tanta gente de fuera en la agrupación, y los grupos, Kinkie Machine, V8 Ford y Motel Blues, contribuyeron con su magnífico sonido (de verdad que sorprendente la de buen rock que se hace en una ciudad como Oviedo). Cuando nos pusimos a organizarlo vimos que necesitábamos juego de voces, mesa y alguna cosilla más. Llamé a Yoli, de La Santa, para ver si podíamos usar su equipo: “Habla con Samuelín, tienlo él guardao” me dijo “y lo de les perres os arregláis con él”. Llamé a Txencho, a Samuelín, y, encantado, se puso en contacto con los grupos para concretar exactamente lo que necesitaban, trajo el equipo y estuvo en la mesa durante el concierto. Yo, en mi forzoso papel de cortarrollos, asustado ante la dudosa legalidad de nuestra actividad, y temeroso de ver a la policía acudir de improviso ante las quejas del restaurante de abajo, le decía “bájalo un poquitín”. Él bajaba el volumen y lo volvía a subir “Esto ye rocanrol, esto hay que escuchalo”, me decía. Al acabar me puse a concretar con él el tema dinero, y lo que le pagaríamos por estar de mesa y traer el equipo, a lo que me respondió “A mí dame igual, yo vine pa’ ver el concierto”. Durante las siguientes veces que me lo encontré por ahí ésa fue una conversación recurrente: “tenemos que quedar pa’ que cobres”, a lo que él respondía “Dame igual. Si me dices que necesitas alguien de mesa, yo voy a gusto por ver el concierto”. Joder, eso era Txencho, un entusiasta del rocanrol.

Recuerdo verle por ahí, en el Flamin’, o en La Perrera, con su inseparable chupa y esa actitud rocanrolera que pocos pueden tener. Un día me lo encontré en uno de esos bares que abren cuando cierran los demás y acabó viniendo conmigo (y mis acompañantes, creo que había sido la cena de fin de año de JSO) hasta el siguiente bar, el del cierre, hablando conmigo de rock, de la pasión compartida por la música de Springsteen y de un montón de cosas más. Supuraba un total y absoluto amor por el rocanrol, un entusiasmo pasmoso que era mucho más obvio cuando tenías con él conversaciones como aquella.

Podría cerrar diciendo obviedades, y dedicarle una canción típica en estos casos, “Stairway to heaven”, o “The End”. Pero no lo voy a hacer. Yo no creo en el más allá, pero si existiera, seguro que ahora mismo Txencho estaría en un Parnaso rocanrolero, convenciendo a Keith Moon y Sid Vicious para que cojan su batería y su bajo y se unan a él y Pepe Risi para tocar “Mueve tus caderas”. Tampoco es descartable que quiera ver a Elvis en directo y se ofrezca a llevarle el sonido sólo por acudir al concierto...
En fin. Adiós, Txencho. No se nos ocurrirá bajar la música.