lunes, 20 de abril de 2009

Sucedió en Oviedo.


Sucedió en Oviedo, en la resaca de Semana Santa, donde la santa ciudad se había echado a la calle, fiel a sus costumbres ancestrales de hace cuatro días. Por ello, el único concejal del PP que estaba de guardia era el de Urbanismo, el resto penaban los dolores ciáticos de un mal arrastre de paso. Ahí estaba A. Mortera, impasible el ademán, guardando las esencias del oviedín desde la plaza del Ayuntamiento, brazos en jarras y con los ángeles de la cruz del mismo nombre trompeteando uno en cada hombro, cerrando bares y cuidando muy mucho de que nuestra benemérita e invicta ciudad no se convirtiese en un Harlem cualquiera. Si acaso en una Marbella, o un Alcaucín. Sin embargo, por más que el edil estuviera dispuesto a dar la vida por la gestión gabinista, fuera ronda norte, billete de transbordo o criterio estético sobre cubierta de cancha escolar, puede que esta vez su esfuerzo se tornara insuficiente. Mientras la heroica ciudad dormía la siesta y hasta el Padre Feijoo estaba en el Ikea re-remodelando su dormitorio, los vándalos, ociosos y ávidos de mal para con la ciudad habían encontrado al fin un líder. El malvado Doctor Riverstone, que había pensado trasladar una Escuela universitaria al (habrase visto!) mejor emplazamiento para la misma, sin pararse a pensar, pardiez, que eso suponía un ataque a la capitalida (le falta un d porque le están gastando el nombre) de Oviedo. Nada pudo hacer el concejal Mortera por evitar este ataque, por más que su teléfono rugía pidiendo la ayuda del jefe de policía local o del destacamento principal de la Hermandad de los Estudiantes (quizás todos guarecidos ya en la misma capilla, recitando artículos de la feliz posguerra de Esteban Greciet para inspirarse en buenos tiempos). Para entonces, Riverstone, lideraba un ejército compuesto por Ñetas, Latin Kings, Manolín El Gitanu, un bocata de calamares de La Guinda, uno de La Tenderina que era del Sporting... y hasta ateos (que también se peleaban en bares que pronto habría que cerrar) que se dedicaba a emborronar con Edding 2000 rojo (¡rojo!) las hojas de firmas realizadas al efecto de que cuatro profesores con piso en la zona de plaza América no tuvieran que desplazarse a Mieres, (vive dios, que igual luego llegan tarde a misa).

De repente, en el fragor de los disturbios, el móvil del alcalde sonó, era Vicente Gotor, alarmado, sin saber si ir o venir. "Tranquilo, Vicente, ya te digo yo pa' donde vas"... Tras calmar la crisis de ansiedad del Rector, el Alcalde, a lomos de "Yonotengoyeguada", su fiel corcel, atravesó el Campo San Francisco, dispuesto a armar el ejército de pavos reales para contratacar, cuando divisó avanzar las hordas de inmigrantes y ateos dispuestos a trasladar, piedra por piedra, la Escuela de Minas. No había visto nunca el alcalde tal concentración de malos ovetenses (quizás cuando se manifestaban contra la guerra de Irak), que en vez de defender la su escuelina donde estudió (ya no podría comentarlo en los canapeses de los premios príncipe) estaban más preocupados en que la Universidad cumpla con su labor y ponga los mejores medios para sus estudiantes, ubicándolos en campus con servicios suficientes y comunicado con otras facultades en vez de aislado en medio de Oviedo.

Parecía no haber podido el Alcalde en este envite defender sus posiciones, pero las tropas de Riverstone todavía tendrían que enfrentarse a grandes escollos: el agujero negro que -como capital que es, faltaría más- separa Oviedo del resto de transporte público asturiano, el talud de la Ería, el ataque de Cancerbero, un perro de raza "gabiniana" con tres cabezas, o el comando "Alcaldes de Barrio" disparando entradas para los toros.
¿Cuál fue el desenlace? Sólo el tiempo dirá si Oviedo es una ciudad adulta o un búnker que quiere ser capital a costa de los demás. De momento, y ejerciendo como se me presume (por portar un carné) de mal ovetense, mi opinión es que lo mejor que le podía pasar a la Escuela de Minas es que la trasladaran a Mieres, un campus que, una vez construído, supone el sitio perfecto para esta titulación, dotándola de los mejores medios, y salvándola de estar aislada en el centro de Oviedo ajena al ambiente universitario. Y lo mejor que le podía pasar a Oviedo es entender eso, y que ser capital no significa ir contra nadie, sino también ayudar a buscar lo mejor para el territorio sobre el que ejerces esa capitalidad...