Tomar partido. Tomar
partido por lo que pasa en tu partido. Normalmente, eso debería ser algo
inherente a la condición de militante en un partido político, pero sabemos que
no siempre es así. También es cierto que el partido en el que milites debería
facilitarte los cauces para tomar partido, para decir qué hacer o qué no hacer.
Afortunadamente, milito en uno en el que siempre he podido tener voz,
participar en los procesos (porque estos se inician desde la base, desde la
agrupación), o elegir democráticamente a quienes me van a representar a la hora
de tomar decisiones. Y estos días tenemos, en el partido en el que milito (el
PSOE, porque soy de izquierdas, progresista, y orgullosa y radicalmente
socialdemócrata) la cita grande de las primarias para la elección de la persona
que ocupará la secretaría general. No nos es nuevo este proceso, de hecho
fuimos quienes lo estrenamos en España, pero aún le falta rodaje en busca de las
mejoras. Una de ellas parte de uno de
los puntos fuertes de nuestro modelo, que es que la elección de la
secretaría general conviva con la existencia de órganos de control,
fiscalizadores, de elección a través de diversos medios (congresos federal y de
federaciones) lo que garantiza un examen plural de la voluntad ejecutiva del
secretario y su comisión, y permite que se controle desde la pluralidad su
acción, no permitiendo que esta se lleve a cabo en contra del criterio de la generalidad de la organización. Pero, a la vez que esto se garantiza (ahí una de
las cosas a revisar) la ejecutiva es elegida por el congreso sin necesidad de
unos mínimos de ratificación, ni siquiera por delegados y delegadas, pudiendo
darse el caso en el que desde la secretaría general se proponga una comisión
ejecutiva y que esta sea aprobada sin contar con la mayoría suficiente para
considerarla representativa. Algo a mejorar.
No nos es nuevo este
proceso, y aunque se puedan revisar cosas, sigue siendo el proceso más
garantista, precisamente porque está reglado (hay censos delimitados, sin
estirar los requisitos de autenticación e identificación personal para ejercer
el voto, y no se cambian las horas de votación sobre la marcha), y es, además,
el que más moviliza, tanto en términos internos en comparación con cualquier
otro partido, como en términos externos, siendo el interés de la ciudadanía
superior al de cualquier otro proceso interno de cualquier otro partido. ¿Por
qué superior? Porque se espera, y se necesita, más del PSOE que de cualquier
otro partido. Porque mucha gente sabe que un PSOE fuerte es el único medio de
conseguir un gobierno de izquierdas alternativo a la fuerza afianzada que
supone el PP. Porque sin un PSOE recuperado, aglutinador, y que plante cara en
número de votos a la derecha da igual hablar de con quién querrías o no pactar.
Y da igual porque sin conformar una mayoría (como, por ejemplo, en Portugal) no
se puede hacer.
Y eso, sí, es mucha
responsabilidad. Pero es la que debe querer asumir el PSOE, como ha asumido
otras veces.
Y como de
responsabilidad hablamos, la militancia también debemos asumir la nuestra, y la
nuestra es tomar partido, defendiendo del mejor modo posible, con respeto por
todas las personas con las que compartimos militancia, la opción que cada cual
prefiera. Y claro, votando el domingo. Tomar partido, es lo que toca, viniendo
de donde venimos, del peor resultado de nuestra historia reciente, y de una
crisis de representatividad alimentada por decisiones en ocasiones erróneas, y
en ocasiones mal explicadas. Claro que tal situación no nos ha hecho perder la
base de seguir siendo la primera fuerza de la izquierda, pero esa cuestión es
tan de mínimos que haber caído ahí, y contentarse con ello, ilustra de modo
preciso la urgencia de un impulso que vuelva a llevarnos a la liga en la que
debemos jugar, la de ganar, la de convencer mayoritariamente y conseguir
victorias, o vertebrar mayorías de izquierdas posibles (es decir, en las que
den realmente los números, como en Portugal, o la Comunidad Valenciana, por
citar dos ejemplos en los que sí había numéricamente la posibilidad de realizar
pactos que diesen lugar a gobiernos de izquierdas… precisamente porque la
izquierda sumaba esa mayoría). Tomar partido con respeto, aunque ese límite se
haya sobrepasado en muchas ocasiones, tanto indirectamente falseando
actuaciones y poniendo por ello en entredicho la dignidad de las personas actuantes, como
de modo directo, sobrepasando la línea del insulto personal al albur de las
redes sociales (y, lo que es más grave, sin ni siquiera haberse visto ademán en
los representantes de querer apagar tales fuegos entre sus representados, o
afear o censurar al menos tales insultos). Tomar partido, que lo hemos hecho
muchas veces y nunca llegó la sangre al río. Tomar partido, y desear que el día
22 se acaba esta espiral.
Por ello yo he optado
por apoyar, avalar, y votar el domingo a Susana Díaz. Considero que su
candidatura es la que garantiza más cosas de las que yo entiendo necesarias.
Una candidatura que sepa de dónde venimos para saber a donde vamos, que asimile
el legado del partido (lo que conlleva defender sus logros y a las personas
responsables, y asumir y revisar sus errores), y que aúne voluntades para
volver a recuperar el terreno perdido, porque hay mucha gente esperando a que
nos reimpulsemos, sabedores de que somos la oportunidad de aglutinar voto
progresista, y hacerlo con posibilidades de gobierno. La candidatura de Susana
Díaz es la única que apuesta con serenidad por la voz de la militancia, sin
promesas vacías al respecto (eso de dar voz y no decir cómo), concretando al
respecto, defendiendo lo logrado y la experiencia en lo que se refiere a
participación que tiene nuestro partido (más que ninguno, en donde la
militancia siempre ha podido participar de los procesos orgánicos e
ideológicos), y actualizarla a lo que los tiempos, y la necesidad de establecer
procesos democráticos y participativos que aúnen la triple legitimidad que
convive en nuestro partido (elección directa, comités como órganos de control y
asambleas como base de la participación en la agrupación local) requieren.
Votaré a Susana Díaz
porque es la única candidatura que me garantiza que el día 22 podrá restañar las heridas del partido, juntar un conglomerado de voluntades que
realmente integre y que represente todo lo bueno de este partido, para así
poder caminar juntos, y hacerlo con equipos solventes. Votaré a Susana Díaz,
además, porque ya antes de que afronte la necesaria integración en pos de la
representatividad real del partido en los órganos ejecutivos, se ha rodeado de
un equipo inmejorable. Claro, votaré a Susana Díaz porque cuando ves que en un proyecto están Amelia
Valcárcel y Eduardo Madina, carajo, es imposible no apoyarlo.
Votaré a Susana Díaz
porque garantiza una oposición (que es el papel que nos ha tocado) progresista
enfocada a combatir al Partido Popular y sus políticas. Votaré a Susana Díaz
porque quiere jugar a ganar, y ese es nuestro sitio, porque si se quiere
transformar la realidad, y mejorar la vida de las personas, eso se hace mirando a la calle, pero actuando desde
el BOE, desde las instituciones, y con los votos necesarios. Votaré a Susana
Díaz porque para ello no mirará para los lados, el papel del PSOE no está en
preocuparse de los demás factores, ni en conformarse con ser segundos, está en
liderar la izquierda, en mirar a los lados pero para negociar, para pactar, para juntar
las mayorías suficientes siempre y cuando el resto de actores quieran. Votaré a
Susana porque es mujer, porque, sí, eso también es una razón, defender la
posibilidad de romper el techo de cristal de una secretaría general es también
una razón, desde luego que lo es.
Y votaré a Susana Díaz
porque, sí, porque soy de izquierdas y radical, soy radicalmente
socialdemócrata y no me escondo, pero tampoco tengo que demostrar nada. Para
empezar porque las cosas se demuestran con la acción. Mucha gente critica a
Susana Díaz con argumentos falaces, o directamente mentira. He llegado a oír
que se estaba cargando la escuela pública, sin argumentar cómo o por qué, más
que nada porque la realidad es tan diferente que el apoyo
a la escuela pública en Andalucía frente a la concertada es clarísimo y
evidente. Hay muchos más ejemplos, mucha gente habla generalidades basadas en
bulos, critica las políticas de Andalucía sin hechos detrás, sin realidad,
porque la realidad no debe estropearte un bonito tuit, ni debe impedirte
criticar por prejuicio, claro. Por más que la realidad te permita olvidar la puntera
Ley de Memoria democrática andaluza, o la defensa
de consumidores frente a abusos de grandes empresas, o la lucha
real y efectiva contra los problemas y consecuencias de los deshaucios.
Claro que todo eso le
dará igual a la gente que prefiere basarse en sus prejuicios, en vídeos
descontextualizados en los que se toma solo una parte sin esperar a la
explicación del ejemplo. Gente que preferirá criticar por estereotipo, o por
machismo, o por una mezcla de ambas. Gente que es capaz de criticar que alguien
se ponga el traje tradicional de su tierra y luego aplaude como “España plural”
cualquier otra expresión típica, cuando, no, amiguetes, la España plural va de
Cádiz a Cabo Peñas, y criticar costumbres no es más que un ejercicio de
superioridad que roza con la imbecilidad, y enlaza con el clasismo. Gente que critica a una mujer como
“ambiciosa”, pero que, casualmente, nunca hace el mismo juicio de un hombre.
Gente que no aporta nada, realmente, pero que construye relatos que de tanto
repetirse acaban calando, por más que falten a la verdad. Gente que, eso, si
aporta algo, es una distorsión de la verdad.
Votaré a Susana Díaz
por esas y más razones, pero para llegar a elegir a quien se vota, sobre todo
en un proceso interno en que tienes cosas en común con todas las candidaturas,
tienes que ir descartando. Y tengo motivos para no votar a Patxi López o a Pedro Sánchez
No votaré a Patxi López
porque creo que la capacidad que desde su equipo se tiene para aunar voluntades
no supera el listón de lo necesario actualmente, ni es suficiente para esa
labor de integración necesaria, tanto de personas como de territorios. También
estoy en desacuerdo con algunos de sus planteamientos sobre dirección política,
pero sí que considero que es una persona válida (su “hoja de servicios” en
Euskadi es el mejor aval) y que puede todavía ser parte del futuro del partido.
Tampoco votaré a Pedro
Sánchez porque, básicamente, ya ha sido secretario general dos años, y nos ha
llevado a nuestro peores resultados. Eso debería ser motivo suficiente para que
él ni siquiera pensara en volverse a presentar, para haberse ido con dignidad y
con respeto por las siglas, asumiendo las derrotas (que es algo que honra a
quien lo hace) y asumiendo que su tiempo había pasado, incluso se podría haber
ido con el mérito del esfuerzo de las primeras elecciones por lograr un acuerdo
(donde realmente todavía era posible un pacto a tres con P’s y C’s) y la
conocida obstrucción del resto de las partes. Podía haberse ido -quizás hasta colaborando desde otro espacio político diferente a la secretaría en el que podía ser necesario-,
una vez asumidos los resultados, y sin esperar a perder (democráticamente) una
votación en un comité federal (hecho, por cierto, perfectamente democrático:
que un secretario general sea elegido por la militancia no quiere decir que
pueda hacer lo que quiera, y para eso están los órganos de control, también
elegidos democráticamente y que representan a todo el partido, como el comité
federal). A cambio, prefirió optar por la vía en la que más se ponía en riesgo al partido,
inventándose un espacio con buenos y malos. Sin ni siquiera importarle, a la
hora de pedir responsabilidades a troche y moche por la deriva del partido, que
en esa deriva pudiera tener algo que ver el último (reciente) secretario
general. Es decir, él.
Y ahí no. Uno puede
querer construirse un relato victimista para ganarse adhesiones, porque siempre
es bonito luchar contra un supuesto poder establecido, y esa opción arrastra.
Pero es que, en este caso, ¡el único poder establecido responsable había sido
Pedro Sánchez, como secretario general! Y construir un relato no debe implicar
faltar a la verdad, o mentir directamente, no puedes ir diciendo que perder una
votación en un órgano democrático es un golpe de estado; no puedes ir
diciendo que el enemigo está en casa, ni que tantos y tantas compañeros y
compañeras que se dejan la piel en instituciones y sedes cada día por mejorar
la vida de la gente y aplicar políticas progresistas tienen una suerte de
contubernio con la derecha, cuando no decir que son de derehas directamente. No
puedes, como no puedes engañar a la gente diciendo que una parte no quiere
primarias ni dar voz a la militancia (¡diciéndolo incluso después de que las
primarias sean convocadas!). No puedes decir que garantizas la voz de la
militancia y no explicar cómo, o en qué se diferencia tu modo de dar voz a lo
que ya tenemos establecido. No puedes ir de garante de esa voz y, a la vez, ser
el responsable de querer convocar un congreso en el que las posibilidades
temporales reducían a una (la de la parte proponente) las posibles
candidaturas… lo cual hacía que la militancia no votase. Es decir, no puedes
decir que los demás no quieren que la militancia no vote, y haber intentado
hacerlo tú. Y no puedes quejarte de falta de participación cuando el último
responsable político has sido tú, y si han fallado en algo esas vías, algo de
responsabilidad tendrás. Cae de cajón. Si no, que se lo digan a Juventudes
Socialistas, por poner un ejemplo que me duele especialmente por el cariño que
le tengo a esa organización (¡donde milité hasta que el DNI me dijo que ya no
era joven!). Por cierto, tampoco puedes criticar ciertos pactos (ni siquiera
pactos, que igual que No es no, solo Sí es sí, a ver si entendemos la
diferencia, o hacemos caso a las lucecitas de la pantalla de votación del
congreso, que ahí se ve quién vota con quien, y a ver si todavía hay cuajo para
decir que se apoya al PP) y haber pactado tú con el PP la cadena perpetua
revisable (esta en concreto tenía que mencionarla, porque me dolió
profundamente).
Por todo eso, este
domingo votaré a Susana Díaz, no porque la otra opción sea más de izquierdas o
más radical. Justo al revés, porque considero que lo soy yo, ya que lo que cada uno es tiene más que ver con sus actos
y lo que digan los demás, que con el autobombo desmesurado sobre tu condición.
Y por mucho eslogan y tuit al respecto, ya hay mimbres para juzgar los actos, y
los resultados, los de dos años en la secretaría general. Y por eso, como digo,
justo al revés, porque soy de izquierdas, porque soy radicalmente
socialdemócrata, votaré a la candidatura de Susana Díaz este domingo, con
orgullo e ilusión y sin deberle nada a nadie, como siempre que he votado. Y con
la satisfacción de no haber insultado a nadie en este proceso, y considerar a
todas las personas afiliadas mis compañeros, con quienes nunca he tenido ningún
problema en trabajar, ni lo tendré sea cual sea el resultado el lunes.
Y porque ya llevo como
quince añines en el partido (colaborando y mojándome siempre, cuando tuve
responsabilidades internas y cuando no), y no puede venir nadie a decirme ni
acusarme, ni a poner en duda mi compromiso. Precisamente ese compromiso (que es
con el partido, pero a su vez con la sociedad, porque consideras que el PSOE es
quien puede dar mejores respuestas a sus problemas) es el que ha conformado mi
decisión para este domingo. 100% PSOE 100% socialdemócrata.