Ahora que acaba la campaña
electoral de las elecciones europeas, me doy cuenta de que no he escrito de
algo que quería hacer desde hace semanas, meses ya. Desde que el partido en que
milito, el PSOE, el que como socialdemócrata considero mi opción, cerraba la lista que
presentaría a estas elecciones europeas. Y lo hacía tomando una de las mejores
decisiones que le he visto tomar en los últimos años, personificada en la
elección, como número 14 y por tanto con opciones más que reales de salir
elegido eurodiputado, de mi amigo Jonás Fernández. Si alguien lee esto y cree
que exagero, es, simplemente, porque no conoce a Jonás, ni a él personalmente,
ni su trayectoria.
Puedo
recordar el día que conocí a Jonás, de hecho, está impreso en la fecha de mi
carné de Juventudes Socialistas (que, sí, a día de hoy ya solo guardo como
recuerdo). Cuando llegué al despacho de Juventudes Socialistas de Oviedo, en el
que luego pasaría tanto tiempo, con la intención de formalizar mi afiliación, no
pude por menos que hacer un pequeño comentario en plan “qué hacéis, cómo
funciona esto”, y fue así como tuve mi primer conversación con Jonás, que me
tuvo un buen rato charlando silla contra silla en la sala de reuniones.
Recuerdo que acabamos hablando del fin de las ideologías que predicaban ciertos
sectores del PP (entonces en el poder, con Aznar). Jonás era el secretario
general de un grupo más o menos igual de joven que él –y que yo- y que reunía a tanta gente
brillante e interesante, activa en lo político y en los aledaños sociales, y de
la que aprendí tanto que es imposible describirlo escribiendo. Siento ponerme
abuelo cebolleta, pero un grupo de gente, hijos e hijas de la transición
(siembre he pensado que la transición acaba con la incorporación a la UE) del
que fui –o soy- parte por contemporización, entusiasmado con formar parte de
una causa con gente tan estupenda y tan brillante, y dispuesto a aprender como
aprendí para estar al nivel en las responsabilidades. Allí estaba Chus (con su
camiseta de los Pixies, en mi primer recuerdo), Gonza, Lucía, Laura, estuvo
luego Angelín, o la otra Lucía, o incluso Pablo o Víctor, estos eslabones descolgados,
más jóvenes, pero unidos por compartir un espíritu de cómo hacer política. Y
estaba otra gente, que quizás dejó la militancia en un segundo plano vital,
pero cuyo compromiso, canalizado del modo que fuera, no decayó nunca, tampoco
–para mí- en lo personal: Ana, Lorena, Kike, Brenes, Sergín, Pablo el de Teberga, Maki…
Fuimos (y me olvidaré en ambos grupos a gente, sorry) algo así como una
generación, que compartió ese espíritu de hacer política, con una visión
amplia, apostando porque JSO tuviera voz en la ciudad y propusiera y aportara a
cualquier debate municipal. Por unas JSO que se implicaran en movimientos
ciudadanos y promovieran la cultura como nexo de unión con la ciudad, que
creímos (y seguimos creyendo) que la ciudad no es de derechas, que no está
perdida y que solo hace falta activar los botones adecuados para movilizar a toda esa
gente de diversos perfiles –cada uno por su lado hasta el momento- por el
cambio en la ciudad que duerme la siesta del gabinismo (o se intenta desperezar
sin ver claro, con las legañas del caunedismo). Y se me disculpará la
referencia clariniana hablando de modernidad, al fin y al cabo Clarín es a día de hoy más
moderno que lo que nuestro munícipe, ávido lector y amante del arte
contemporáneno según los publirreportajes de cierta prensa, será nunca.
No pesan los años :-) |
Esa
es la ciudad que tratamos de activar desde muchos frentes, aprovechando cada pequeño espacio en el que participábamos. Pero, claro, quizás
el desánimo hizo mella en nosotros y nosotras, y empezamos a acudir como
espectadores a algunas decisiones del partido que en ocasiones no compartíamos, o a
veces ni siquiera entendíamos. Y esa generación empezó a hacerse mayor, al
menos en edad, sin que el partido aprovechara a las personas profundamente
válidas que había en ese grupo, personas que podrían asumir las mayores
responsabilidades infinitamente mejor que otras que llevan tiempo en
ellas, y que comprenden mejor a la sociedad porque son parte de ella en un
sentido amplio. Una de ellas, una de esas personas válidas y necesarias, es Jonás. De hecho, lo son todas (excepto quienes
–como yo- solo tenemos como nexo de unión o pertenencia criterios no
cualitativos, como la contemporaneidad). Y que Jonás esté en esa lista hará que este domingo vaya a votar con
más ilusión de la que he votado en años, y eso que siempre voto ilusionado
aunque sea por el mero hecho de hacerlo. En la papeleta estará el nombre de
Jonás, en un acto casi de justicia poética que reconoce de un golpe a una
persona, a un colectivo o un espíritu (las JSO de principios del S.XXI), y un
modo de entender la política. No es gratuita esta introducción de tiempos heroicos hablando de toda esta gente, JSO, al fin, será verdaderamente glocal, como siempre pretendimos, y con el representante más indicado para ello.
Que Jonás esté ahí no es solo justo en ese sentido grupal, por quienes formamos parte de eso y veíamos hace tiempo que era injusto que se desaprovechara a alguien así. Es además, una decisión lógica (algo que a veces falta en política, a qué negarlo), porque se cumple con el criterio de poner a quienes mejor puedan desempeñar las responsabilidades (no haré mención a la carrera profesional de Jonás como economista porque abruma). Con todo ello, estoy seguro de que Jonás será un eurodiputado de los que necesita la UE, dispuesto a aportar el análisis racional para tomar las decisiones, pero desde las convicciones profundas de la misma persona con la que, años atrás, acabé hablando de la trampa de la derecha que suponía eso del fin de las ideologías. Y no habrá cambiado tanto, ni la situación, ni la trampa con la que la derecha pretende igualarnos. Un eurodiputado de los que necesita la UE para volver a ser UE, para volver a ser una organización basada en la solidaridad, que redistribuye recursos y riqueza, y no -como viene siendo últimamente- una organización que ahoga a quienes más ahogados están.
Que Jonás esté ahí no es solo justo en ese sentido grupal, por quienes formamos parte de eso y veíamos hace tiempo que era injusto que se desaprovechara a alguien así. Es además, una decisión lógica (algo que a veces falta en política, a qué negarlo), porque se cumple con el criterio de poner a quienes mejor puedan desempeñar las responsabilidades (no haré mención a la carrera profesional de Jonás como economista porque abruma). Con todo ello, estoy seguro de que Jonás será un eurodiputado de los que necesita la UE, dispuesto a aportar el análisis racional para tomar las decisiones, pero desde las convicciones profundas de la misma persona con la que, años atrás, acabé hablando de la trampa de la derecha que suponía eso del fin de las ideologías. Y no habrá cambiado tanto, ni la situación, ni la trampa con la que la derecha pretende igualarnos. Un eurodiputado de los que necesita la UE para volver a ser UE, para volver a ser una organización basada en la solidaridad, que redistribuye recursos y riqueza, y no -como viene siendo últimamente- una organización que ahoga a quienes más ahogados están.
Por el momento, antes de llegar a
Bruselas, es extraño verle de campaña, mitineando subido al atril. Extraño porque –por lo que representa- siento una alegría inmensa
de verle allí, aunque sea algo que por su naturaleza, y por su modo de ver la
política, no le gusta demasiado (como a mí), más interesado en nuevas formas de
participación, en una redefinición de la democracia y del modo que las personas
se relacionan con sus instituciones. Y sigue intentando mostrar, con la
dificultad de la vorágine de campaña, un discurso que vaya más allá del titular
y la frase hecha. Que decir Europa social no es decir nada si no se habla de
presupuesto, de energía, de prestaciones y derechos comunes en la UE, de crecimiento y empleo, y de
tantas cosas que ha ido intentando desgranar estos días. De lo que estoy seguro es que el hecho de que
Jonás esté en la eurocámara será un granito más para que la erosionada
democracia funcione –al menos en ese granito- mejor. Y para que la también erosionada
socialdemocracia empiece a dar respuestas que la gente le pide.
Foto: Pablo Lorenzana/Asturias 24 |
Y sería muy pesado –si no lo estoy siendo ya- si me pusiera a desgranar medidas pidiendo el voto para el PSOE, no. No es eso lo que estoy haciendo, aunque pueda desviarme por momentos (de hecho, aquí tenéis el resumen de las 100 medidas del programa electoral del PSOE, y os invito a conocer la figura del candidato socialdemócrata a la pesidencia de la Comisión, Martin Schulz, un político que merece verdaderamente la pena). No, de lo que quería hablar, de lo que hablo, es de lo orgulloso que me siento de mi amigo. Porque el chaval ese que pone la misma sonrisa a medias en todas las fotos, con sus jersecines de chico que levanta la mano en clase, es la mejor persona que me imagino entre la socialdemocracia española para ser europarlamentario. Que lo sepáis.
Como anexo, os dejo algunas entrevistas de
estos días, que son lo que son, entrevistas de campaña, pero que, dentro del
limitado espacio, dan para mostrar cosas:
- La Nueva España (aumentad
vuestras dioptrías con la imagen, que está arriba, no la encuentro en digital!) - El Comercio
- Asturias 24
- Astures
- Un artículo reciente en El País
- Y, por supuesto, el libro publicado hace unos meses, que da una idea real de sus ideas, y donde habla en profundidad de política, de economía, de Unión Europea, y de reformas y mejoras democráticas.
P.d. Este post se lo dedico a Luci y a Víctor, ¿por qué? Pues porque me da la gana, porque se lo merecen, y porque no podían faltar en un post dirigido por el cariño en el que hablo de Jonás.
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